10 Poemas Lonccos


SALUDO LONCCO

Desde un bello rincón arequipeño,
he veni'u invita'u por la curiosidad
para saludarte Blanca Ciudad
en vísperas de tu cumpleaños.
Mi sombrero gasta ‘u y terno de paño
lo he ccapicha'u en mi vieja barrica;
como soy Loncco que no se achica,
engomina'u y con mi mejor traje,
he veni'u a rendirte mi homenaje;
a tirar prosa en tu día, Arequipa.

Ensillé mi mejor caballo de paso
al primer repique de la campana,
un ccachi de tosta'u de mi ancana;
mi quipo lleno pa' gozar a todo lazo
y la guitarra pa' empeñarla por un caso;
aunque no haya entrada de ccapo,
tomaré diana con el mejor huacto;
estaré en la "joroba", "jorobita" y "jorobete",
y, si puedo aguantar, en el "andá y volvete";
porque soy un Loncco Arequipeño nato.

También te he traido una ceronada
de mis más mejores "lonccos versos",
guardarlos en mis arqueados tercios;
desgranados con mi modesta tonada,
dedicártelos quiero a ti, tierra amada;
tomar con nuestro Misti caballero
la chicha con el Tuturuto pendenciero;
cantar con Melgar y los Cerpa y Llosa,
una flor de texao pa' la chica más hermosa,
y, para ustedes, el corazón de este Loncco Chacarero.

EL GAÑÁN

¡Ya se ha muerto el Gañán!,
se quedó solo el patrón,
se quedó sola la yunta,
se quedó solo el canchón.

Ya no habrá quien madrugue;
está balando la yunta,
no le trayen su tercio de chala,
no le trayen su ración.

No viene el caminar lento,
ese obligado tormento
se está muriendo de pena,
cómo extraña a su aijón.

Se van a secar las coyundas,
se va a rajar ese yugo;
cómo se oxidará ese apero
cómo se resecará el barsón

Nadie consuela a la yunta,
no se levanta del suelo,
está perdiendo el resuello
de tanto mirar al pantión.

Quién hará ese barbecho,
ni ese surqueo derecho;
cómo harán ese melgueo,
quién recibira la ración.

Quién ordenará ese muyuri,
quién las chullas sacará;
no desensurainarán la ambona,
se acabó el mejor peón.

Se acabó el loncco huesudo,
el loncco de duros callos;
aquél que doblegó la tierra
hoy descansa en el pantión.

EL RACCAY MÁS BELLO

Para que el Loncco no esté con la idea,
Dios hizo Arequipa en Sagrada Epopeya;
arquiando con su arte la loncca Naturaleza,
pintó este raccay más teqque de belleza.

Accolpachó las nubes en el Misti canoso;
le puso huaccali y quebradas como rebozo;
le horquilló una Flor del Texao en el ojal,
imponente y orgulloso como el Pavo Real.

Con sus brazos extendidos, dando abrigo,
el Pichupichu, al la'u lloqque, cubre el frío;
el Chachani con su pucuna sopla y meneya
al que fue ucumare y, hoy, ccariche Sabancaya.

Por un tajo que hizo la arquitectura Divina, 
trotea el Chili por la quebrada de Chilina:
ccatatando las lágrimas desde la fría puna, 
silbando una Pampeña hasta su adorada cuna.

Luego, las acequias llevan el preciado vigorón,
pa' humariar las plantas del más lejano rincón;
como redoble de tambores, chúcaras aguas van
acompasadas con los repiques di'un sacristán. 

También el Loncco con su lampa, apero y ayjón, 
borda la alfombra verde de la campiña, sin ración;
con el sillar blanco, que la tierra vomitó,
con el arte y tesón que de sus padres heredó.

Y desde la roca de Sachaca, de su alto Mirador,
bendice al raccay más bello, el Divino Redentor;
en esas alturas, donde el viento se pone a silbar 
los tristes yaravíes del poeta Mariano Melgar.

LA PICANTERÍA
     
Cómo poder olvidarte, Picantería de mis pueblos,
donde sonccaba la chicha, la usma o la sayana,
con el picante jayari pa' apaciguar la mañana;
mascando  un chinchucho, con ese chaqque de nabos.

Cómo no recordar  tus  tiznadas paredes de adobe;
tu techo de tijera, con su ccechincha llorona;
tus claraboyas pintadas por esa paila glotona,
tras la tinaja, un chasca para que no te roben.

Tus chombas de chicha, llenas  y con espuma,
la candela en la cconcha consumiendo una raja;
dos maillanas sudorosas peleando en la tinaja,
sacando la última gota al anchi de la seisuna.

Tu alegre pendón rojo, en la puerta  nos llamaba;
la humareda en la chiminea derramaba el apetito,
cuando la coneja se quejaba del cututo con un grito,
mientras el carcoso "gato cconchero" miraba

Cómo voy a olvidar al huinco jalando el cconcho, 
y cuando soplan la teqque, con esa larga pucuna; 
a la cuchara de palo, meniando el locro pa' la hambruna; 
y al Loncco enccapichado con su chalina y su poncho.

Y la  hermosa picantera,  con sus trenza mal peinada,
siempre carajiando mientras  la gota gorda sudaba,
silbando su triste, al  son de su batán y chaqquena,
y moliendo su llatan de anauchos pa' la picantiada.

¡SI'AVENTÓ LA VACA...!

Un grito en el frío amanecer
destempló a un modesto loncco,
de un vecino de su pequeño fundo,
que lo gritaba a todo pulmón:
¡Agapooo...! ¡la vaca si'a aventa'u...!
Corre el loncco, con su dolor a cuestas,
ccaclla una rama de su viejo molle;
estaba muriendo su gueg-ra vaca;
se había roto el gastado astero,
se aventó con el serenado brote.
En el frío suelo, balaba a su dueño,
por la panza llena que la fatigaba;
sólo su cría, con su débil resuello,
acariciaba el pelo y el calor le daba;
también los perros con su ladrido
llamaban gente pa' la vaca amada.
Alocado el Loncco de lo que pasaba,
buscó la ternilla y le abrió el hocico,
le metió el molle pa' que regoldara;
no tenía eructo, no botaba nada,
¡estaba muriendo la que leche daba...!
Clamaba a Dios a todo lamento
con su mujer y sus tiritantes guaguas.
A la panza, agua; y al, hocico trago;
un poco de barro y  bicarbonato;
cerraba los ojos, ¡se estaba muriendo...!
Le hundió la navaja en el duro cuero,
le picó la panza pa' sacarle el aire,
pa' sacar la bazofia, le metió la mano.
La triste mañana, quedó en silencio
porque las avecillas también contemplaban
a la vaca amiga del bello paisaje;
no comprendían por qué estiró la pata;
agitados todos no hallaban que hacer.
Ya que el triste Loncco carajiaba al mundo,
mientras de rodillas su fiel compañera
chirgüía la última gota de la dulce leche
de las tetas frías de la ubre muerta;
no quería perder la materna ayuda
que la vaca daba a sus hambrientas guaguas.

VIENTO

Viento..., soplo frío de las Punas;
¡alalau! de mi ccospiada  vida,
picapedrero de la  roca  fría
con el cincel de mis tristes penas.

Resuello que a una amada susurrea
en los barrotes de su fría ventana,
ccachendo un  suspiro que  llama
al qquempiu que está en la  lejanía.

Viento..., que arrancas a las hojas
desccolonchándolas de la vida;
las arrancas de su tronco con herida
por ser viejas, por ser  ccoccas.

Madrugador, que vas errante,
ccatatando el veneno a la tierra ;
silbido frío que desde  la Sierra
vienes a limpiar el suelo ccapante.

Viento..., latigueas a los mares
arrancando con bravura nubarrones,
pa' hacer meyar hasta los rincones,
humariando la vida en muchos lares.

Andariego, que recorres por el mundo,
te accolpachas con pobres y los ricos,
galopiando por los valles, por los picos;
no te detengas, por favor, ni'un segundo.

Viento..., ¿quién eres, por qué te siento..?
¿quién es el que te anima y hasta cuándo..?;
¿será Dios que te está mandando,
o  Él mismo con su prodigioso Aliento?


EL YARAVÍ

¿Por qué te están olvidando, Yaraví?
Te parió la pena, te parió el celo,
en la luna llena o en algún desvelo;
¡no mueras!, vive, masqueseya por mí.

Naciste en la esquina di'una chichería,
en las cuerdas tristes di'un madero,
en el quebranto di'un viejo chichero,
al pie di'un fogón di'una noche fría.

Inspiración loncca hecha lamento,
el tormento di'un corazón que suena,
el semblante triste de una pampeña,
decima o cuarteta carajiando el llanto.

Versos que cantan sollozos di'una pasión,
en las ccoccas rejas di'una mujer amada,
reclaman beso, una caricia, una mirada,
como plegaria di'un cariño en prisión.

Lágrimas enjugadas en tiznada ramada,
dentro la humareda di'un fondo de chicha,
con fuerte anizado buscando la dicha,
gorgojeando el Loncco y la triste guitarra.



EL AMONTONO

Una escarchada tablada de papas,
en el fresco amanecer espera
al amontonador que surquea
después del guaneo, con chacas.

Brillan en el hombro sus lampas,
en su tranco firme por la raima,
se reúnen los lonccos pa' la faina,
cruzando a prisa verdes pampas.

Sus sombreros pintados con sudor,
de muchas jornadas de esfuerzo,
mientras un silbo tararea un verso,
impaciente por comenzar su labor.

Sólo esperan que la hora ordene,
pa' principiar a rajar la tierra;
afilan su lampa con una piedra,
pa' que no haya suraino que la frene.

Rompe con un carajo el más viejo,
es el capitán que encalla la lampa,
levantando la primera tranca,
el más mandón por ser el más trejo.

Doblan la espalda en el surco,
agarrando cada uno su pata;
las acarician de mata en mata,
ablandando el terreno quirco.

Al cual mejor, sacan su contada,
pa' que las critique el cruel capitán;
si trabajan mal, las papas no dan,
como el pecho de la paloma la chaca.

Sus camisas húmedas por el sudor,
por gastar la lampa con sus callos,
arreyando la tierra pa' los tallos,
con sus bromas pa' mitigar el dolor.

El patrón Calilla ayuda al más lerdo,
el sobón Alférez al viejo capitán,
cuando solpla la chicha que dan,
y el más taima'u se hace el sordo.

Sólo cuatro riales por el esfuerzo,
cuando se terminó el destajo;
más caro fue el bendito ¡carajo!
por ganar las papas pa'l almuerzo.
  

EL GRANERO

Pajar hecho con el sudor de mis tatas,
adobes pircados con el podri'u barro,
pa' guardar el resto del fruto cosecha'u;
granero con tijeral de la mejor madera,
con su techo de paja y tortia'u de cal;
sus claraboyas buscando rayos del sol
y covachas pa' guardar lo más sagra'u.
Donde roncaban las palas traspalando
el montón de trigo mentana guarda'u;
donde se curtían las quircas reyatas,
como cordeles que jalaban  paredes,
cargando el charqui del gana'u aventa'u
y petates de llama con grano cambia'u,
donde los ensullados montones de papa
buscando luz hasta que la siembra llegue:
blanca, negra, salamanca y chaucha.
Los dientes arrugados del maíz chulpe:
el culle negro y el colora'u chapudo
esperaban su desgrano de año en año.
¡Mi viejo granero!,  ¡cómo te extraño!,
baúl de los trofeos ganados con trabajo,
de las viejas monturas de cajón colgadas,
ccoccas barretas que en cerros peliaron;
duras riendas que amansaron a los potros
yugos que ccaitiaron a los toros y bueyes.
gastados aperos que amasaron tierra,
cabos de lampas comidos por los callos,
qquepinoñes en caronas de cargar trigo,
y sinchos con accoccayados garabatos.
¡Cómo te extraño!, mi viejo granero...
ya no abre a tu puerta la llave de loba,
se accoccayo la chapa por falta de uso;
te deboró el tiempo, mitigando el  hambre;
los moscardones, tu madera tragaron,
se cayó tu techo, por no mirar su dueño
a tus paredes la carcomió la lluvia;
regresó a la tierra donde la trajeron.
¡Mi viejo granero!, hoy abandonado;
lloraría de pena si te viera el dueño,
volvería a morir con un desmayo,
por su "guardador de su pan pa' mayo".



 LA CCONCHA

Siempre la quija del Loncco
en tres tiznadas piedras moría,
era la cconcha que en la chacra
en ceniza las huacacaras volvía;
eran las tres piedras acaloradas
calientes del rescoldo guardado,
un pedazo de charqui chancca'u
en la piedra a la presa la doraba;
boca'u que hacía qquetimbiar
con un mordiscón di'una cebolla,
un vaso chicha husma o sayana
sacaba el qquechuro con sudor;
luego la olleta con agua y vapor
agotaba el aderezo de ajo y sal
con la carne de res del camal,
pa' hacer el chaqque de nabos;
papas del vecino llauqquiadas,
bien chanccadas en el batán,
con un choclo verde ccahuiu
y patasca del buen trigo remoja'u;
tripas y cecina pa' espesar el río,
verdura ccachida, una taja zapallo;
también ají colora'u pa' dar color;
chicharrones pa' mejorar el sabor,
en la ancana un ccachi de tosta'u;
el Loncco se quedaba esponja'u
al pie de la cconcha qui'an olvida'u.
















Comentarios